Lactancia Materna: los nutrientes del cerebro en el desarrollo cerebral para la paz y el amor humano


Por James W. Prescott, Ph.D. – Institute of Humanistic Science
En Touch The Future Newsletter, Primavera 1997.
“Si bien en la mayoría de las culturas industrializadas no es la norma, UNICEF y la OrganizaciónMundial de la Salud aconsejan "dos y más años" de lactancia materna. De hecho la respuesta inmune de los niños no alcanza a estar plenamente fortalecida hasta la edad de 5 años o más.”
Cómo la Leche Materna Protege a los Recién Nacidos
Jack Newman, M.D.
Scientific American, Diciembre 1995
Traducción al español de Psicólogo Álvaro Reyes Lizama, con la colaboración de Rocío Cáceres P.
El rol decisivo de la leche materna con sus agentes inmunológicos, en la protección de los recién nacidos y niños contra afecciones y enfermedades, es bien conocido; también lo es su rol fundamental en el incentivo del desarrollo del sistema inmunológico propio de los niños. Menos sabido es que el sistema inmunológico de niños y niñas no alcanza la madurez hasta la edad de 5 - 6 años. Esta inmadurez del desarrollo del sistema inmune puede servirnos como una guía para apreciar la inmadurez del desarrollo del cerebro infantil en sus diversos procesos estructurales, neuroquímicos y electrofisiológicos, que se extienden en el desarrollo incluso bastante más allá de los 5-6 años de maduración del sistema inmune.
Es bien sabido también que la estimulación sensorial es como un nutriente esencial para el crecimiento, desarrollo y funcionamiento normales del cerebro, y que la deprivación sensorial durante los períodos de desarrollo de formación del cerebro, induce anomalías tanto estructurales como funcionales del desarrollo cerebral (actividad neuroquímica y neuroeléctrica).
Esos procesos de deprivación sensorial que incluyen la falta de sensaciones emocionales provenientes del contacto corporal, movimiento y aroma, han sido bien descritos cuando hay falta de vínculo afectivo en las relaciones madre–bebé/niño, lo que da lugar a anomalías en el comportamiento tales como depresión, descontrol de impulsos, violencia y abuso de sustancias; y a un deterioro del funcionamiento inmunológico en los niños desprovistos de madre.
Se ha visto que una de las sustancias transmisoras neuroquímicas del cerebro –la serotonina– está significativamente reducida bajo condiciones de falta de vínculo afectivo. Algunos estudios que incluyen adultos depresivos y personas violentas y criminales, han documentado claramente déficits de serotonina cerebral en quienes tenían una historia de conductas suicidas y agresivo/homicidas. Desafortunadamente, estos estudios no habían evaluado el grado de falta de vínculo afectivo madre-bebé/niño en esos adultos depresivos y violentos, y se asumió que los déficits de serotonina en el cerebro encontrados en estos sujetos se debían a algún factor genético más que a los factores ambientales materno-infantiles señalados en este ensayo.
Este error de interpretación se ve agravado por el fracaso en darse cuenta de que hay otro mecanismo neurobiológico implicado en el desarrollo de la serotonina cerebral –el triptófano– un aminoácido esencial precursor del desarrollo de serotonina en el cerebro, el cual está abundantemente presente en el calostro y leche materna, pero ausente en la leche de fórmula. Así, se ha identificado que dos mecanismos neurofisiológicos distintos y diferentes contribuyen al déficit de serotonina en el cerebro: a) falta de vínculo afectivo físico en las relaciones madre –bebé/niño (procesos sensoriales); y b) falta del aminoácido triptófano presente en el calostro y leche materna pero ausente en la leche de fórmula (proceso neuroquímico).
Millones de años de la biología evolutiva de los mamíferos han unido naturalmente estos dos diferentes procesos psicofisiológicos en el único acto de la lactancia materna, en el que claramente ambos se están reforzando mutuamente el uno al otro.
Sólo en el mamífero humano encontramos al recién nacido siendo separado de su madre al nacer y a la madre no amamantando a su recién nacido e infante. Hemos descubierto que tales conductas aberrantes, que violan millones de años de biología evolutiva y psicobiología, han cobrado un terrible precio en la salud física, emocional y social del recién nacido y niños, expresado en forma de depresión, descontrol de impulsos, violencia y abuso de sustancias en niños, adolescentes y adultos.
Hay, por supuesto, otros procesos neuroquímicos del cerebro que están implicados en los vínculos filiales y conducta sexual; un ejemplo es la oxitocina, que tradicionalmente ha sido conocida por sus efectos en las contracciones uterinas y la eyección de leche. La oxitocina (OT), además, tiene otros poderosos efectos; así, estudios han mostrado que la oxitocina cerebral puede reducir selectivamente la respuesta a la separación de la madre en las crías de rata, y modular el comportamiento social y sexual en monos ardilla machos, comportamientos que fueron relacionados con el grado de dominancia social y con los niveles de esteroides gonadales, los que a su vez influyen en la densidad de los receptores de oxitocina. Otros estudios con animales han mostrado que la inyección directa de OT en el cerebro, produjo una inmediata inhibición de la actividad sexual en ratones de campo sexualmente activos, demostrando así el rol de la oxitocina en la afiliación sexual y respuesta de saciedad.
Estudios en humanos han mostrado relaciones directas entre los niveles de oxitocina en la sangre, el orgasmo y el grado de placer sexual sentido, según ha sido reportado por mujeres multi-orgásmicas que han participado en estos estudios. Otros estudios en hombres han mostrado el llamativo incremento de un 362% en la concentración de oxitocina en la sangre desde una medición de base hasta el orgasmo, y también que la naloxona bloqueó este efecto. Adicionalmente, se encontró que la naloxona (un bloqueador de los efectos de endorfina/morfina, es decir, de placer) reduce significativamente la excitación sexual y el placer.
Los hallazgos anteriores sugieren, entre otras predicciones, que los adultos que han sido amamantados por “dos años o más” tendrán un desarrollo del cerebro más integrativo y propicio para la experiencia de afecto sexual, placer y vínculo, lo que podría traducirse en relaciones psicosexuales y maritales más estables, expresado, por ejemplo, en menores índices de separaciones (ver Tabla 1).
Los hallazgos de arriba, tomados en conjunto, respaldan una perspectiva evolutiva biológica y psicobiológica, de que el amamantamiento es esencial para el desarrollo normal del cerebro, y particularmente para aquellos procesos cerebrales asociados con la depresión y violencia, y sus opuestos de placer: conductas afiliativa, social y sexual; y conductas pacífico-harmoniosas. (Existen muchas otras propiedades neurobiológicas de la leche materna, que son importantes para el comportamiento y normal desarrollo del cerebro, las cuales no se encuentran en la leche de fórmula y que no viene al caso revisar aquí, un ejemplo son las cadenas largas de ácidos grasos polyinsaturados (LCPs por sus siglas en Inglés) que han sido vinculados a un mejor funcionamiento intelectual-cognitivo en niños amamantados versus alimentados con fórmula.)
El énfasis cada vez mayor de las sociedades industrializadas por poner a los niños y bebés en guarderías, asegura la falta de vínculo afectivo entre madre e hijo, con todas las consecuencias perjudiciales de ello (ver el artículo del Dr. Peter S. Cook's book: Early Child Care: Infants & Nations At Risk, pp. of this newsletter).
Por todas las razones anteriores (y otras), he hecho mi desafío al sistema de justicia criminal a encontrar un asesino, violador o drogadicto en cualquier institución carcelaria de Estados Unidos de América, que haya sido amamantado por “dos años o más”, como ha sido recomendado por la Organización Mundial de la Salud. Mi propuesta de estudiar adultos que hayan sido amamantados por “dos años o más, cuando se realice, podría proporcionar una sólida base de datos para respaldar las asociaciones antes indicadas y abogar por una política nacional de salud, que apoyara a las madres que son madres nutricias y que puedan dar pecho por dos años y más. Si una política nacional de salud así fuera implementada, podría transformar nuestra cultura de violencia en una cultura de paz.
Los datos trans-culturales disponibles de culturas “primitivas”, están respaldando contundentemente estas asociaciones planteadas. La Tabla 1 resume el alto nivel de conductas afectivas y nutricias de las culturas que dan pecho por 2.5 años o más. La tabla 2 resume las características socio-conductuales de aquellas culturas altamente nutricias en las que se ha encontrado que son igualitarias, afectuosas, sexualmente expresivas y no violentas.
En definitiva, las lecciones a aprender están claras. Si los y las Homo Sapiens van a sobrevivir como especie, deben volver al “plan vital” de Madre Gaia, quién, a través de su sabiduría de millones de años de biología evolutiva y psicobiología, ha provisto de un vínculo físico-afectivo íntimo entre la madre y su descendencia, el cual establece el fundamento para el vínculo afectivo- sexual posterior y para el amor humano en sí mismo. Porque sin amor humano no puede haber sobrevivencia del Homo Sapiens.
“Como, en términos de generación, el cuerpo es anterior al alma, también lo irracional es anterior a lo racional. La prueba es que la rabia, el cariño y el deseo están implantados en los niños desde su nacimiento, mientras que la razón y el entendimiento se desarrollan en la medida en que ellos crecen. Por esto, el cuidado del cuerpo debe preceder al del alma, y el entrenamiento de la parte que apetece debe seguirle; no obstante, nuestro cuidado de ella debe ser por el bien de la razón, y nuestro cuidado del cuerpo por el bien del alma.”
Aristóteles
Política (c. 350 A.C.)


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